Víctor, a nadie le importa esto

Un amigo me ha comentado que algunos hombrecillos del medievo practicaban un principio, tal que no podían dejar pasar un día sin leer o escribir. Ni un día sin líneas.
Es curioso, yo debo confesarme como alguien bastante vago, que realiza esfuerzo al comenzar algo -mucho esfuerzo, de hecho- pero que conforme el asunto avanza voy perdiendo interés y dejo de prestar atención a la cosa en cuestión. Esto que describo es algo común, y ha mí me pasa de forma mucho más intensa; asco, tedio y distancia absoluta hasta aborrecerlo no solo son palabras. Esto hace de mi un ser demasiado vago -y digo ''esto hace'' por darme miedo decir ''yo hago''-. Ni un día sin líneas es algo que no parece demasiado complicado, yo escribo casi todos los días en diversos cuadernos y ocasionalmente me dejo caer por aquí; y aún con todo siento una fuerte envidia por esa constancia de hombrecillos copistas medievales. Mierda. Sin beber ya no me divierto tanto, nos hacemos viejos muy rápido ¿no? Aún me queda tiempo.

La constancia es algo envidiable, costoso y bastante útil. Al menos visto desde alguien que carece de constancia lo es.

Puede que no fuese mala idea organizar más el blog este y dedicarme más tiempo a las líneas. Las posibilidades me agotan, los ''puede'' me joden vivo.
Implicarse y tener constancia.
Me voy a morir del asco.

Intentaré pasar cosas a limpio que resulten interesantes aquí, publicar ciertos bocetos que tengo en el blog y los días que no escriba nada será por estar leyendo como un buen cabrón.

Víctor, a nadie le importa esto.
Verbalizar algo le da vida a ese algo, hace del verbo carne. Por eso debía escribir esta mierda.